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30 octubre 2007

Comentarios a "El último encuentro"

La obra y sus personajes

El Autor
Sándor Márai


Sándor Márai nació en 1900 en Kassa, una pequeña ciudad húngara que hoy pertenece a Eslovaquia. Estudió literatura y humanidades y trabajó en Budapest y en Alemania y pasó un periodo de exilio voluntario en Europa (Alemania y Francia) durante el régimen pro fascista de Horthy en los años veinte, hasta que abandonó definitivamente su país en 1948 con la llegada del régimen comunista y, tras una estancia en Italia, emigró a Estados Unidos. La subsiguiente prohibición de su obra en Hungría hizo caer en el olvido a quien en ese momento estaba considerado uno de los escritores más importantes de la literatura centroeuropea. Así, habría que esperar varios decenios, hasta el ocaso del comunismo, para que este extraordinario escritor fuese redescubierto en su país y en el mundo entero. Sándor Márai, olvidado y en la miseria, se quitó la vida en 1989 en San Diego, California, pocos meses antes de la caída del muro de Berlín.

La Obra: El último encuentro
Editorial Salamandra 208 páginas

Personajes:
El General y su amigo/invitado.
Krisztina: la esposa.
Nani: Confidente ama de leche.

Sinopsis:
Dos hombres mayores, que de jóvenes habían sido militares y amigos inseparables pero de origen social muy distinto, se citan a cenar tras cuarenta y un años sin verse. Uno ha pasado mucho tiempo en Extremo Oriente, el otro, en cambio, ha permanecido en su propiedad. Pero ambos han vivido a la espera de este momento, pues entre ellos se interpone un secreto que pretenden desvelar y que ha justificado su existencia hasta ese momento. Todo converge en un duelo sin armas, aunque tal vez mucho más cruel, cuyo punto en común es el recuerdo imborrable de una mujer y de los hechos previos a la separación. La tensión aumenta, pero el relato continúa, duro y preciso, reflexionando sobre los sentimientos y la naturaleza humana, provocando un incontenible impulso vital.
La búsqueda de la verdad como fuerza liberadora, como soporte ético imprescindible para sobrellevar una vida, está en el centro de esta novela. Un castillo de caza en Hungría donde alguna vez se celebraron elegantes veladas y cuyos salones decorados al estilo francés se llenaban de la música de Chopin, ha cambiado radicalmente de aspecto. El esplendor de antaño ya no existe, todo anuncia el final de una época.
La novela, narrada en tercera persona, cautiva en virtud de la magia de sus extensas conversaciones y largos monólogos, densas y cuajadas de pensamientos brillantes, teatrales, de escasa acción y hasta de tono melodramático y sentimental. La descripción de los sentidos durante la caza, el amanecer en el campo, el olor de la tierra, el miedo de la presa... frente a los sentimientos de amor, amistad, fidelidad, honor... consigue un clima absorbente y difícil de soltar una vez que nos sumergimos en sus páginas. Las palabras de sus personajes pausadas y bien meditadas, incisivas, lúcidas, cautivan y seducen. Aun así todo queda finalmente desvanecido en humo ya que, pasado tanto tiempo, es relativa la importancia de la realidad. Queda por encima de todo “la amistad como valor y ley fundamental que rige la vida y que no puede ser apartado por ningún otro sentimiento”.
Por otra parte, tras la lectura siempre permanece el recuerdo de ese ambiente que recrea aquel mundo europeo de los años de decadencia burguesa que pertenece a una época que hoy nos parece elegante y romántica pero que, con sus enormes diferencias sociales, retrata un paraíso con cierto olor a viejo ya perdido para siempre.
La frase:
Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! ... Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí.

Sevilla 31/10/2007