Comentarios a "El laberinto de las aceitunas"
La obra y sus personajes
Comentarios a "El laberinto de las aceitunas"
El Autor
Eduardo Mendoza
Nace en Barcelona en Enero de 1943 en el seno de una familia culta que le influyo a su vocación literaria. Estudió Derecho y en los años 1965-1967 viaja por Europa y estudia en Londres. A su regreso trabaja como Abogado hasta que en 1973 se marcha a Nueva York para trabajar como traductor en la ONU y huyendo de una España triste, amarga y. sobre todo, aburrida.
Está casado y tiene dos hijos.
En 1975 escribe “La verdad sobre el caso Savolta” que es considerada la primera novela de la transición y obtiene el Premio de la Crítica.
En 1982 publica “El laberinto de las aceitunas”.
Entre su obra cabe, además, destacar:
La isla inaudita.
La ciudad de los prodigios.
Sin noticias de Gurb.
El año del diluvio.
La aventura del tocador de señoras.
El último trayecto de Horacio Dos.
La Obra: El laberinto de las aceitunas
Editorial Seix Barral 315 páginas
Personajes:
El detective-protagonista sacado del manicomio.
La Emilia
D. Plutarquete Pajarell
Maria Pandora
Mucha buena gente de mal vivir
Otra mala gente pero de buen vivir y parecer.
Sinopsis: Un loco, y cuerdo, detective es “rescatado” del manicomio para ser/verse envuelto en una serie de situaciones esperpénticas por las que va pasando sin solución hasta, al final, volver al principio.
Por el camino no deja títere con cabeza en la crítica y burla, a través de la caricatura, de la sociedad, la novela policíaca, los gobernantes y las instituciones. Todo se ridiculiza y es degradado.
La novela está planteada como una parodia del realismo y de manera absurda y esperpéntica. El relato surrealista en clave de humor lleva al personaje principal, secuestrado del manicomio, a relatar en primera persona las aventuras que lo hacen enfrentarse a una red de maleantes, que intentan rescatar un maletín con dinero, pasando por divertidas y extrañas circunstancias.
El estilo literario de novela se ve enriquecido por un lenguaje rico, casi culterano, donde lo vulgar es descrito con exquisito vocabulario. El autor demuestra que la buena literatura no está reñida con el humor y la picaresca.
Es casi imposible reseñar una situación que destaque sobre las demás pero, para muestra de lo absurdo, basta recordar la descripción de la convivencia familiar con unos parientes y una cerda, en cuatro metros cuadrados, a la que llevan a la catequesis para prepararla para la primera comunión.....
La frase:
Del autor:”En el fondo, trabajé para contar lo que acabé contando: las andanzas y traspiés de un hombre que recorre su ciudad por los tejados y el subsuelo, obligado, sabe Dios por qué, a ver solo el reverso de las cosas”
De la obra: ”...Somos...mas dados a trabajar con ahínco y a ser dicharacheros, desprendidos, modestos, corteses y afectuosos y no desabridos, egoístas, petulantes, groseros y zafios, como sin duda seríamos si para sobrevivir no dependiéramos tanto de caer en gracia.”
La reseña:
"La sorpresa ha desaparecido, pero la persistente maestría de Mendoza continúa, y el libro sigue fascinando, divirtiendo, apasionando como sólo suele suceder con la gran literatura. Y eso que se trata de una literatura menor, como ya se ha dicho, de una especie de parodia del subgénero, de parasitismo de un material otro. Pese a todo, Eduardo Mendoza tiene un oído prodigioso, conoce su país y su ciudad como la palma de su mano y la densidad de su tinta. Es un escritor nato, que domina su material -y los ajenos- con displicencia y hasta desenfado. Ello le permite, sin ser un narrador realista, partir de la realidad para dinamitarla hasta el absurdo total, hasta la carcajada que desquicia. El protagonista, aquel peculiar detective enajenando, tropieza sucesivamente -tras ser secuestrado (¿liberado?) del manicomio- con la policía, el gobierno, el hampa, la farándula, la prostitución, las altas finanzas, la iglesia, con el espionaje y el fútbol y hasta con los americanos, en una progresiva y enloquecida escalada, que desemboca en la nada final. Me niego a creer que todo esto no tenga un sentido muy claro."
Rafael Conte, "El País", 13 de junio de 1982.
Sevilla 02/12/2007
Comentarios a "El laberinto de las aceitunas"
El Autor
Eduardo Mendoza
Nace en Barcelona en Enero de 1943 en el seno de una familia culta que le influyo a su vocación literaria. Estudió Derecho y en los años 1965-1967 viaja por Europa y estudia en Londres. A su regreso trabaja como Abogado hasta que en 1973 se marcha a Nueva York para trabajar como traductor en la ONU y huyendo de una España triste, amarga y. sobre todo, aburrida.
Está casado y tiene dos hijos.
En 1975 escribe “La verdad sobre el caso Savolta” que es considerada la primera novela de la transición y obtiene el Premio de la Crítica.
En 1982 publica “El laberinto de las aceitunas”.
Entre su obra cabe, además, destacar:
La isla inaudita.
La ciudad de los prodigios.
Sin noticias de Gurb.
El año del diluvio.
La aventura del tocador de señoras.
El último trayecto de Horacio Dos.
La Obra: El laberinto de las aceitunas
Editorial Seix Barral 315 páginas
Personajes:
El detective-protagonista sacado del manicomio.
La Emilia
D. Plutarquete Pajarell
Maria Pandora
Mucha buena gente de mal vivir
Otra mala gente pero de buen vivir y parecer.
Sinopsis: Un loco, y cuerdo, detective es “rescatado” del manicomio para ser/verse envuelto en una serie de situaciones esperpénticas por las que va pasando sin solución hasta, al final, volver al principio.
Por el camino no deja títere con cabeza en la crítica y burla, a través de la caricatura, de la sociedad, la novela policíaca, los gobernantes y las instituciones. Todo se ridiculiza y es degradado.
La novela está planteada como una parodia del realismo y de manera absurda y esperpéntica. El relato surrealista en clave de humor lleva al personaje principal, secuestrado del manicomio, a relatar en primera persona las aventuras que lo hacen enfrentarse a una red de maleantes, que intentan rescatar un maletín con dinero, pasando por divertidas y extrañas circunstancias.
El estilo literario de novela se ve enriquecido por un lenguaje rico, casi culterano, donde lo vulgar es descrito con exquisito vocabulario. El autor demuestra que la buena literatura no está reñida con el humor y la picaresca.
Es casi imposible reseñar una situación que destaque sobre las demás pero, para muestra de lo absurdo, basta recordar la descripción de la convivencia familiar con unos parientes y una cerda, en cuatro metros cuadrados, a la que llevan a la catequesis para prepararla para la primera comunión.....
La frase:
Del autor:”En el fondo, trabajé para contar lo que acabé contando: las andanzas y traspiés de un hombre que recorre su ciudad por los tejados y el subsuelo, obligado, sabe Dios por qué, a ver solo el reverso de las cosas”
De la obra: ”...Somos...mas dados a trabajar con ahínco y a ser dicharacheros, desprendidos, modestos, corteses y afectuosos y no desabridos, egoístas, petulantes, groseros y zafios, como sin duda seríamos si para sobrevivir no dependiéramos tanto de caer en gracia.”
La reseña:
"La sorpresa ha desaparecido, pero la persistente maestría de Mendoza continúa, y el libro sigue fascinando, divirtiendo, apasionando como sólo suele suceder con la gran literatura. Y eso que se trata de una literatura menor, como ya se ha dicho, de una especie de parodia del subgénero, de parasitismo de un material otro. Pese a todo, Eduardo Mendoza tiene un oído prodigioso, conoce su país y su ciudad como la palma de su mano y la densidad de su tinta. Es un escritor nato, que domina su material -y los ajenos- con displicencia y hasta desenfado. Ello le permite, sin ser un narrador realista, partir de la realidad para dinamitarla hasta el absurdo total, hasta la carcajada que desquicia. El protagonista, aquel peculiar detective enajenando, tropieza sucesivamente -tras ser secuestrado (¿liberado?) del manicomio- con la policía, el gobierno, el hampa, la farándula, la prostitución, las altas finanzas, la iglesia, con el espionaje y el fútbol y hasta con los americanos, en una progresiva y enloquecida escalada, que desemboca en la nada final. Me niego a creer que todo esto no tenga un sentido muy claro."
Rafael Conte, "El País", 13 de junio de 1982.
Sevilla 02/12/2007