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22 abril 2009

"La señora Dalloway" de Virginia Woolf


La autora y su obra: Virginia Woolf
Novelista y crítica británica cuya técnica del monólogo interior y estilo poético se consideran entre las contribuciones más importantes a la novela moderna. Nació en Londres en 1882 y habitó en el barrio londinense de Bloomsbury, barrio que dio nombre a un grupo de intelectuales y librepensadores al que perteneció. Sus primeras novelas, Fin de viaje (1915), Noche y día (1919) y El cuarto de Jacob (1922), ponen de manifiesto su determinación por ampliar las perspectivas de la novela más allá del mero acto de la narración. En sus novelas siguientes, La señora Dalloway (1925) y Al faro (1927), el argumento surge de la vida interior de los personajes, y los efectos psicológicos se logran a través de imágenes, símbolos y metáforas. Otras obras son Las olas (1931) Orlando (1928), Una habitación propia (1929). El 29 de marzo de 1941 se suicidó ahogándose a los 59 años.

La obra: La Señora Dalloway
Los acontecimientos en La señora Dalloway abarcan un espacio de doce horas y el transcurso del tiempo se expresa a través de los cambios que paso a paso se suceden en el interior de los personajes, en la conciencia que tienen de sí mismos, de los demás y de sus mundos. Los personajes se muestran según sus impresiones personales, sentimientos y pensamientos: un monólogo interior en el que la realidad de los seres humanos y sus circunstancias normales aparecen como extraordinarios. Y es que la vida se vive así y no a capítulos.
Una lectura superficial nos lleva a un monótono, confuso y lento relato crítico a la sociedad victoriana, con su hipocresía, que tan bien contó Oscar Wilde, donde no falta la alusión crítica a comerciantes enriquecidos, una hueca clase media alta, la política y los políticos, las guerras (mundial y por el imperio) o la situación de la mujer como mero adorno. Sólo Sally parece estar fuera de contexto.
Pero tras esa lectura se percibe un valiente alegato a la situación de la mujer insatisfecha y atrapada, a la descripción de la locura de la mano de Septimus Warren Smith, al amor fracasado entre Clarissa Dalloway y Peter Walsh, la desesperación de Rezia o la fresca y original Sally.
Pero si es importante esa originalidad narrativa con el monologo interior de los personajes, no lo es menos la prosa y vocabulario con la que está escrito con un estilo muy próximo a la poesía, rico lenguaje figurativo, con el que la autora nos hace vagar por un pasado de los personajes que se convierte en su presente y lo condiciona.
Mientras, nos refresca con una suave y fresca brisa londinense de un día del mes de junio y nos deja imágenes y frases llenas de poesía que van conformando la obra como pinceladas de un retrato impresionista.
Obra lejos de su ‘Al faro’ o ‘Una habitación propia’, que no conmueve ni agita, pero que saca a relucir ese feminismo, conformista que no se revela, pero que se manifiesta en la conservadora sociedad inglesa del primer cuarto del S. XX.

Sevilla 22/04/2009