Comentario a "Pedro Páramo" de Juan Rulfo
El autor: Juan Rulfo
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde trabajó como
agente de inmigración en
En los diecisiete cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura anécdota social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país, en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real, y obtuvo la que se considera una de las mejores obras de la literatura iberoamericana contemporánea.
Juan Preciado llega al pueblo de Comala en busca de su padre, el cacique Pedro Páramo, para cumplir con el deseo de su madre. Muy pronto, descubre que el sitio responde a otro espacio; "al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera" y que si está rodeado de espectro es porque él también está en el tránsito de pertenecer a ese mundo. Él no conoce a nadie pero todos le reconocen y esperan. Cuando Juan Preciado "muere" y se convierte en otro habitante sin cuerpo, la novela rompe su última atadura con el mundo exterior: Comala es ya un espacio separado de su entorno, sin nadie y superpoblado; lejos, muy lejos, quedan Los Confines.
Los fantasmas de Comala son muy pobres, como el campo en que se mueven, muy católicos, en su humildad tratan tan sólo de que los ayuden con alguna oración a encontrar el descanso eterno y resignados de antemano a que no les den ni siquiera eso. Son muertos a medias, carecen de otro recurso que la queja, los rezos y murmullos con los que buscan salir de ese dañino estado, guardar silencio, morir al fin. Todos ellos vagabundean con gentes que murieron sin perdón, almas solitarias que se han ido de la vida sin alcanzar la muerte. En Pedro Páramo la muerte es la continuidad, gente humilde y resignada, religiosa y de fe, buena pero sin perdón por el totalitarismo de la religión y que sienten que no hay fin a este estado porque "Están nuestros pecados de por medio". No hay el menor sentido de la justicia. Lo único que podría salvarlos sería que un vivo rezara por ellos. La religión sirve de poco para paliar las culpas y nadie puede ser expulsado de ese infierno.
La muerte es deseada, consecuencia del hastío y la impotencia en la vida. Dorotea describe su muerte hablando de su alma no perdonada por sus pecados, le han cerrado las puertas del cielo y solo queda abierta la del infierno: “........Cuando me senté a morir, ella rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: . Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.”
Pedro Páramo no pretende ser una novela histórica; sin embargo, los alrededores de Comala, en los Confines la Historia sigue su camino y alcanza a Comala como el eco de lo externo donde los acontecimientos son posibles. La Revolución Mexicana y la Guerra Cristera son los acontecimientos externos de la trama. Pedro Páramo apoya causas contradictorias que contribuyen a su fortuna personal y se aprovecha de todas ellas; no hay otro poder que el del patriarca: "todos somos hijos de Pedro Páramo". A medida que el cacique se apodera de más tierras y más mujeres, la región se transforma en un yermo.
Dos tragedias lo hacen vulnerable, la muerte de su hijo Miguel y la pérdida de la única mujer que amó. Susana San Juan es el reverso de los demás personajes del libro y derrota a Pedro Páramo. Susana representa un horizonte inaccesible, la negación del desierto, una mente indómita, todo lo que no es Comala. Siempre ausente, húmeda, lejana, es la vida que debe estar en otra parte.
Tomada, Susana enloquece y se sobrepone a la opresiva realidad de Comala desentendiéndose de ella. En su descalabro arrastra a Pedro Páramo. Ante la pérdida amorosa, el cacique se abandona. Se cruza de brazos y el pueblo se hunde con Pedro Páramo, desmoronado "como un montón de piedras".
Sevilla 17/03/2010