Comentarios a “Sin destino”
Sin destino
Imre Kertész. Editorial Acantilado de bolsillo. 263 pp.
El autor: Imre Kertész, Premio Nóbel de Literatura en 2002 y primer escritor húngaro que recibe este galardón, nació en 1929. A los quince años fue deportado al campo de concentración de Auschwitz y luego al de Buchenwald. Fue uno de los pocos supervivientes. Regresó a Hungría para continuar sus estudios y después trabajó en diversas ocupaciones hasta que decidió dedicarse por completo a la escritura y a la traducción. Su primera novela, "Sin destino", se publicó en 1975, pero pasó prácticamente desapercibida hasta los años noventa. Luego vendrían "Fiasco" (1988) y "Kaddish por el hijo no nacido" (1990), que con la primera conforman una trilogía que dibuja una de las trayectorias intelectuales más sólidas de nuestro tiempo. En el año 2005 fue llevada al cine por el realizador húngaro Lajos Koltai siguiendo fielmente la narración.
El prestigio de que goza Imre Kertész es fiel reflejo del expresivo vigor filosófico con el que se enfrenta a la vida. La terrible experiencia del campo de exterminio constituye el horizonte de su incansable meditación. Sus novelas son una reflexión profunda de toda una vida, y muy cercana a esta, sobre el destino y la falta del mismo, sobre la libertad y la angustia de sobrevivir, sobre el sistema y la moral. Ha escrito también, Un instante de silencio en el paredón 1998; Diario de la galera 1992; Yo y el Otro 1997; Liquidación, 2003; Dossier K, 2006
Comentarios a la Obra: Imre Kertész nos ofrece una visión del drama del holocausto desde la descripción de los hechos sucedidos durante año y medio de la vida de un adolescente de 15 años, inmaduro y mimado, que cuenta en primera persona cómo es apresado en la calle y llevado a campos de exterminio por ser judío.
El joven narrador parte sin información previa sobre los horrores de la guerra y, por supuesto, de los crímenes del nazismo. De este modo el lector entra, a paso lento, en la espantosa realidad. El antisemitismo húngaro se hace presente desde las primeras páginas. No son las fuerzas de ocupación alemanas las que apresan a los judíos (creyentes y no creyentes, judíos por procedencia, no por religión) de Budapest sino sus propios compatriotas quienes lo hacen.
Con asombrosa y cansada lentitud se lleva al lector a descubrir la realidad sobre los campos de exterminio con los sentidos de un muchacho que, admirador del espíritu alemán influido por la propaganda, va viviendo y muriendo en un estado de perversa normalidad. Los reclusos, a su vez presos de otros iguales, solamente aspiran a disfrutar del minuto siguiente. No importa tanto la libertad como el pan o la sopa que no llega. Las prioridades pasan por planos relativos dependiendo del instante anterior; el hambre mitiga el dolor y el sueño el hambre; el lento deterioro físico no se observa; la miseria se viste de cotidianidad. Es la perversa normalidad.
Solo importa la inmediata subsistencia que produce un aberrante estado de felicidad, pero felicidad al fin y al cabo.
Imre Kertész describe al ser humano con una prioridad absoluta sobre cualquier otra: la pasión por la vida.
El tiempo del preso es la sucesión infinita de instantes que esperan al siguiente que a su vez está condicionado por el anterior. “Solo hay situaciones que contienen posibilidades”.
La cuestión Espacio / Tiempo se plantea como propiedades independiente de los hechos. Es el sujeto quien condiciona, causa y dota de identidad a los hechos. Todo el tiempo son pasos que recorren un camino con inmediatas consecuencias.
No todo es maldad, no todo es inocencia.
La frase: “Al final me estaba esperando, como una inevitable trampa, la felicidad. Incluso allí había habido, al lado de las chimeneas, entre las torturas algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por los horrores, cuando para mi esa había sido la experiencia que más recordaba y de eso, de la felicidad en los campos de concentración debería hablarles la próxima vez que me pregunten.
Si me preguntan.
Y si todavía me acuerdo”
Sevilla 28/05/2008
Imre Kertész. Editorial Acantilado de bolsillo. 263 pp.
El autor: Imre Kertész, Premio Nóbel de Literatura en 2002 y primer escritor húngaro que recibe este galardón, nació en 1929. A los quince años fue deportado al campo de concentración de Auschwitz y luego al de Buchenwald. Fue uno de los pocos supervivientes. Regresó a Hungría para continuar sus estudios y después trabajó en diversas ocupaciones hasta que decidió dedicarse por completo a la escritura y a la traducción. Su primera novela, "Sin destino", se publicó en 1975, pero pasó prácticamente desapercibida hasta los años noventa. Luego vendrían "Fiasco" (1988) y "Kaddish por el hijo no nacido" (1990), que con la primera conforman una trilogía que dibuja una de las trayectorias intelectuales más sólidas de nuestro tiempo. En el año 2005 fue llevada al cine por el realizador húngaro Lajos Koltai siguiendo fielmente la narración.
El prestigio de que goza Imre Kertész es fiel reflejo del expresivo vigor filosófico con el que se enfrenta a la vida. La terrible experiencia del campo de exterminio constituye el horizonte de su incansable meditación. Sus novelas son una reflexión profunda de toda una vida, y muy cercana a esta, sobre el destino y la falta del mismo, sobre la libertad y la angustia de sobrevivir, sobre el sistema y la moral. Ha escrito también, Un instante de silencio en el paredón 1998; Diario de la galera 1992; Yo y el Otro 1997; Liquidación, 2003; Dossier K, 2006
Comentarios a la Obra: Imre Kertész nos ofrece una visión del drama del holocausto desde la descripción de los hechos sucedidos durante año y medio de la vida de un adolescente de 15 años, inmaduro y mimado, que cuenta en primera persona cómo es apresado en la calle y llevado a campos de exterminio por ser judío.
El joven narrador parte sin información previa sobre los horrores de la guerra y, por supuesto, de los crímenes del nazismo. De este modo el lector entra, a paso lento, en la espantosa realidad. El antisemitismo húngaro se hace presente desde las primeras páginas. No son las fuerzas de ocupación alemanas las que apresan a los judíos (creyentes y no creyentes, judíos por procedencia, no por religión) de Budapest sino sus propios compatriotas quienes lo hacen.
Con asombrosa y cansada lentitud se lleva al lector a descubrir la realidad sobre los campos de exterminio con los sentidos de un muchacho que, admirador del espíritu alemán influido por la propaganda, va viviendo y muriendo en un estado de perversa normalidad. Los reclusos, a su vez presos de otros iguales, solamente aspiran a disfrutar del minuto siguiente. No importa tanto la libertad como el pan o la sopa que no llega. Las prioridades pasan por planos relativos dependiendo del instante anterior; el hambre mitiga el dolor y el sueño el hambre; el lento deterioro físico no se observa; la miseria se viste de cotidianidad. Es la perversa normalidad.
Solo importa la inmediata subsistencia que produce un aberrante estado de felicidad, pero felicidad al fin y al cabo.
Imre Kertész describe al ser humano con una prioridad absoluta sobre cualquier otra: la pasión por la vida.
El tiempo del preso es la sucesión infinita de instantes que esperan al siguiente que a su vez está condicionado por el anterior. “Solo hay situaciones que contienen posibilidades”.
La cuestión Espacio / Tiempo se plantea como propiedades independiente de los hechos. Es el sujeto quien condiciona, causa y dota de identidad a los hechos. Todo el tiempo son pasos que recorren un camino con inmediatas consecuencias.
No todo es maldad, no todo es inocencia.
La frase: “Al final me estaba esperando, como una inevitable trampa, la felicidad. Incluso allí había habido, al lado de las chimeneas, entre las torturas algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por los horrores, cuando para mi esa había sido la experiencia que más recordaba y de eso, de la felicidad en los campos de concentración debería hablarles la próxima vez que me pregunten.
Si me preguntan.
Y si todavía me acuerdo”
Sevilla 28/05/2008