"Chesil Beach" de Ian McEwan
El autor: Ian McEwan. Con motivo de su obra “Expiación” ya existe un resumen de su vida y obra. (Ver aquí)
La obra: Chesil Beach. Ed. Anagrama. 192 pp.
La editorial en la contraportada del libro nos dice: “Tienen poco más de veinte años y se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares. Florence es una chica de clase media alta. Edward, en cambio, pertenece a una familia que vive en la zona baja de la clase media. Ambos son inocentes, y vírgenes, y tras un largo cortejo se han casado. Es un día de julio de 1962, y el tsunami de la revolución sexual no ha llegado a Inglaterra. Edward y Florence van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach. Y lo que sucede esa noche es la materia con que McEwan construye su chejoviano, terrible mapa de una relación, del amor, del sexo, y también de una época, y de sus discursos y sus silencios.”
¿Es una obra frustrada, inacabada, incompleta?. Así opinan algunos de los lectores y no dudamos de que la novela pudiera haber dado mucho más de si. Al menos el filón del tema tiene mucha más materia.
Pero a la mayoría nos ha llegado y gustado y hemos sentido la frustración de los protagonistas en su noche de bodas. El autor nos presenta los primeros minutos de la pareja en la habitación mientras cenan. Cuenta los nervios y los pensamientos de los protagonistas, el qué, cómo y cuándo debe hacerse cada movimiento. El inicio del libro es lento pero con delicadeza va avanzando en lo tortuoso del camino que les lleva al fracaso y, para ponernos en escena, hace una recreación muy detallada e intima de la vida personal de cada uno de los recién casados y hechos de la pareja en una sociedad hermética y puritana más cercana a la victoriana que a la de la segunda mitad del siglo XX, llenas de hipocresía, falta de información sobre asuntos sexuales y una ausencia enorme de comunicación entre clases sociales y entre los distintos sexos.
El autor deja multitud de cabos sueltos para dejar al lector la oportunidad de suponer la causa de la enfermiza frigidez de Florence (hay una “no” contada relación con su padre), los traumas sociales y familiares Edward, las consecuencias de la incomunicación o de la educación recibida por las familias, en estratos sociales muy distintos. Todo se nos presenta con pinceladas de trazos gruesos para servirnos a la carta.
Pero en lo que si hila con extrema finura es en las descripciones de las sensaciones que ambos protagonistas están viviendo llevando al lector, con delicadeza, por las sensaciones de cada caricia......desde el ardor de él a la repugnancia de ella.
Así, también, nos deja una bella descripción de la playa de Chesil, sus olores, espumas o guijarros. Lo hace con pocas palabras y con un uso magnífico del lenguaje saltando de forma alternativa entre las mentes de los protagonistas.
Un asunto de coincidencia general es la falta de comunicación. No se entiende que en esa época el protagonista no hubiera intentado arreglar la repugnancia por el contacto físico manifestada por ella, suponiendo que es un “dejar hacer” quizás esperando una posterior solución que, naturalmente, nunca llega.
A este respecto el autor pone una frase que transcribo: “Nada se hablaba nunca; tampoco notaban la falta de conversaciones íntimas. Eran cuestiones más allá de las palabras. El intercambio de sentimientos compartidos y analizados no eran de difusión general”.........a lo que nos preguntamos: ¿Y el intercambio de las sensaciones físicas?.
Por otra parte Florece siguiendo parámetros sociales, coquetea e incita a Edward........aun aborreciendo las consecuencias. Llegada la cruel realidad, llega a hacerle propuesta de sexo fuera del matrimonio para salvar el vínculo social. Si eso es amor......es excesivo.
La obra: Chesil Beach. Ed. Anagrama. 192 pp.
La editorial en la contraportada del libro nos dice: “Tienen poco más de veinte años y se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares. Florence es una chica de clase media alta. Edward, en cambio, pertenece a una familia que vive en la zona baja de la clase media. Ambos son inocentes, y vírgenes, y tras un largo cortejo se han casado. Es un día de julio de 1962, y el tsunami de la revolución sexual no ha llegado a Inglaterra. Edward y Florence van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach. Y lo que sucede esa noche es la materia con que McEwan construye su chejoviano, terrible mapa de una relación, del amor, del sexo, y también de una época, y de sus discursos y sus silencios.”
¿Es una obra frustrada, inacabada, incompleta?. Así opinan algunos de los lectores y no dudamos de que la novela pudiera haber dado mucho más de si. Al menos el filón del tema tiene mucha más materia.
Pero a la mayoría nos ha llegado y gustado y hemos sentido la frustración de los protagonistas en su noche de bodas. El autor nos presenta los primeros minutos de la pareja en la habitación mientras cenan. Cuenta los nervios y los pensamientos de los protagonistas, el qué, cómo y cuándo debe hacerse cada movimiento. El inicio del libro es lento pero con delicadeza va avanzando en lo tortuoso del camino que les lleva al fracaso y, para ponernos en escena, hace una recreación muy detallada e intima de la vida personal de cada uno de los recién casados y hechos de la pareja en una sociedad hermética y puritana más cercana a la victoriana que a la de la segunda mitad del siglo XX, llenas de hipocresía, falta de información sobre asuntos sexuales y una ausencia enorme de comunicación entre clases sociales y entre los distintos sexos.
El autor deja multitud de cabos sueltos para dejar al lector la oportunidad de suponer la causa de la enfermiza frigidez de Florence (hay una “no” contada relación con su padre), los traumas sociales y familiares Edward, las consecuencias de la incomunicación o de la educación recibida por las familias, en estratos sociales muy distintos. Todo se nos presenta con pinceladas de trazos gruesos para servirnos a la carta.
Pero en lo que si hila con extrema finura es en las descripciones de las sensaciones que ambos protagonistas están viviendo llevando al lector, con delicadeza, por las sensaciones de cada caricia......desde el ardor de él a la repugnancia de ella.
Así, también, nos deja una bella descripción de la playa de Chesil, sus olores, espumas o guijarros. Lo hace con pocas palabras y con un uso magnífico del lenguaje saltando de forma alternativa entre las mentes de los protagonistas.
Un asunto de coincidencia general es la falta de comunicación. No se entiende que en esa época el protagonista no hubiera intentado arreglar la repugnancia por el contacto físico manifestada por ella, suponiendo que es un “dejar hacer” quizás esperando una posterior solución que, naturalmente, nunca llega.
A este respecto el autor pone una frase que transcribo: “Nada se hablaba nunca; tampoco notaban la falta de conversaciones íntimas. Eran cuestiones más allá de las palabras. El intercambio de sentimientos compartidos y analizados no eran de difusión general”.........a lo que nos preguntamos: ¿Y el intercambio de las sensaciones físicas?.
Por otra parte Florece siguiendo parámetros sociales, coquetea e incita a Edward........aun aborreciendo las consecuencias. Llegada la cruel realidad, llega a hacerle propuesta de sexo fuera del matrimonio para salvar el vínculo social. Si eso es amor......es excesivo.
3 comentarios:
Lo que quiere ser un retrato de amor se convierte en una pareja devastadora. Del argumento no me veo capacitada para hablar porque no puedo entenderlo, siempre ha habido prohibiciones, épocas, religiones y barrotes, pero también instintos, pecados, desobediencia y limas; el tsunami de la revolución sexual se inició dentro de cada uno. Hay cosas que no se dicen nunca pero que se saben siempre, no entiendo el desconocimiento y la sorpresa de él hacia la actitud de ella, puede no haber palabras, pero si hay miradas y sentires, la comunicación entre dos personas que dicen amarse puede ser inmensa, no tiene fronteras. No entiendo la proposición de ella de un amor sin sexo, la ignorancia de tu propia carne puede ser una elección de libertad pero no una elección en pareja, eso es puro egoísmo, el sexo mueve y conduce la novela aún sin existir apenas. La novela me ha dejado turbada, a veces se esconde la indiferencia en la enfermedad, no me lo creo…. Lo que sí me creo son las exquisitas descripciones con las que me obsequia el autor, son magníficas…. A McEwan le gustan los besos y les dedica su tiempo, ya nos regaló otro enorme beso en Expiación, me gusta esa manera que tiene de saltar de las sensaciones de un personaje a otro, esa manera de no decir las cosas que no quiere que sepamos, como se extiende, como resume y como resuelve. La novela me ha gustado, es una situación límite difícil de sostenerse ni siquiera en el papel, pero no me ha pellizcado, no era amor… era una trampa.
Ya lo cantó Lennon… Come on, come on, come on, come on Please please me oh yeh, like I please you.
Demasiado importante el tema,para tan poco libro.Lo que ocurre entre dos personas da muchas posibilidades para indagar en el placer, así como para describir la falta de entendimiento y la represión que los llevo a vivir un amor, que pudo ser placentero y ellos lo transformaron en patético y sucio.
En principio el tema del libro promete. Nada menos que una novela -o cuento largo, que en esto hay discrepancias- sobre la represión sexual en la Inglaterra de los primeros 60. Es decir, lo que en la España de un poco más adelante se llegó a conocer con el nombre de la "pertinaz sequía". Pero el libro, lamentablemente, termina por naufragar, dando la impresión de que se trata de una novela "alimenticia", subgénero contra el que no tendría nada que objetar si no fuera porque nos encontramos ante un autor consagrado cuya cuenta corriente debe ser bastante suculenta, salvo que tenga que pasar alguna que otra pensión alimenticia, extremo éste que ignoro. Sea lo que fuere, el libro hace agua (siempre a mi modesto entender) por las siguientes razones:
1. Los personajes apenas aparecen esbozados: ni se penetra en su psique ni se intenta dar una somera explicación de su proceder. Y era perfectamente posible hacerlo. La novela sólo tiene 184 páginas. Un simple boceto de algo que podría haber tenido mayor enjundia. Esto no es permisible a un aguilucho del arte narrativo como Ian McEwan. Dejar en manos del lector que imagine las razones por las que se mueven los personajes no deja de ser una comodidad para el autor, pero un fraude para el pagano.
2. Este hecho se deja observar con mucha claridad en lo primario de las interrelaciones que establecen los personajes: se nos dejan cabos sueltos para que imaginemos posibles relaciones incestuosas o incapacidad para expresar afecto como causante de la anomalía sexual de la protagonista, pero la cosa no pasa de meras insinuaciones, dejando a la libre interpretación del lector cómo se ha podido llegar a una luna de hiel tan patética. También muy cómodo para el autor, pero decididamente frustrante npara el lector. Uno no pide a Ian MacEwan la introspección psicológica de Marcel Proust, pero una mayor profundización en los personajes hubiera sido de agradecer. De esta forma, su novela deviene en un simple boceto al que su autor es incapaz de dar color, volumen y profundidad.
3. Y -lo lamento de veras- uno tiene de nuevo que andar a vueltas con la verosimilitud. No todo vale en el discurso narrativo. No, al menos lo falto de credibilidad. Por ejemplo, ¿cómo es posible que un individuo como Edward, que "se sentía atrapado entre la presión de su deseo y el fardo de su ignorancia" llegue a la suerte suprema ignorándolo todo sobre la capacidad orgiástica de su compañera? ¿De qué enamoramiento se habla en una relación entre dos perfectos desconocidos? ¿Es creíble una proposición como la que Florence hace a su marido de que lleve una vida sexual absolutamente libre porque para ella el sexo no forma parte de su ser? ¿Cómo es posible llegar al matrimonio cuando se siente repugnancia física por la persona con la que vas a compartir tu vida?. Demasiados cabos sueltos.
Resumiendo: una novela gélida, casi tanto como la protagonista.
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