Marcel Proust.
(1871-1922)
Proust nació en una familia acomodada y cultivada (su padre
era un médico de renombre internacional y su madre una mujer judía muy culta) y
siempre estuvieron cubiertas sus necesidades materiales durante toda su corta
vida. Fue un niño hiperprotegido por una notoria fragilidad de salud, estado
que lo acompañaría durante el resto de su vida, generalmente en forma de
ataques de asma, hasta sus últimos años de encierro y su temprana muerte a los
cincuenta y un años.
Ya de joven comenzó a frecuentar los salones aristocráticos,
lo que le permitió conocer a toda clase de literatos y artistas y, al mismo
tiempo, le valió una fama de snob sobre la que André Gide, escritor y editor de
la Nouvelle Revue Française, se fundaría más tarde para rechazar el manuscrito
de À la recherche... casi sin leerlo.1 Se sirvió de la fortuna familiar para
vivir sin trabajar y dedicarse a escribir, aunque sin ningún éxito por más de
veinte años; en ese tiempo, sólo consiguió escribir una novela que nunca
concluyó y que no publicó, además de artículos y traducciones que no recibieron
demasiada atención.
El estilo literario
En general
la obra de Proust posee un estilo literario muy característico e inconfundible,
influido por el impresionismo y con marcado carácter simbolista. Domina un tipo
de descripción atomizada y narrativamente recurre a un tempo lento y moroso, de
párrafo amplio y complejo; su manera de abordar cualquier cuestión es siempre
indirecta, en espiral.
Huyendo del
realismo artístico y sus excesos naturalistas, Marcel Proust mostrará su
transfiguración de la realidad por medio de distintas formas de subjetivismo,
como por ejemplo la forma imaginativa de tratar el tiempo y sus observaciones y
descripciones impresionistas, pero todas estas técnicas quedan resguardadas a
la sombra de la principal característica de la obra de Proust: el fluir
proteico de la conciencia, reducida a la durée bergsoniana.
Proust hace
uso del monólogo indirecto, el cual supone la presencia de un narrador
omnisciente que presenta pensamientos no articulados por la palabra y
regularmente conduce al lector a través de una estructura episódica que también
es una modificación de la clásica estructura tradicional, por dos razones: por
el uso de la analepsis o flashback y por su especial contenido temático. El
contenido de la novela no es lineal, y solo reduciéndolo a la caricatura puede
denominarse argumental, porque no narra sucesos, como en la escuela
tradicional, sino el efecto que producen en la sensibilidad, el pensamiento, la
imaginación y la memoria. La obra de Proust presenta también diálogos
simultáneos que suceden en un mismo tiempo-espacio.
Los cambios
de narración, de lugar, de tiempo, de perspectiva y de narrador, hechos a
partir de recuerdos, ofrecen una impresión especial. La novela proustiana posee
un tiempo psicológico, manipulado por el narrador.
Varios ejes
estructuran la obra, entre los cuales destacan:
El amor y
los celos, ilustrados especialmente en la relación entre Swann y Odette.
El arte en
todas sus formas: pintura, música, literatura, teatro, arquitectura, escultura.
La condición
existencial y la subjetividad esencial que la constituye
Las
relaciones entre tiempo y memoria.
Los
distintos ámbitos y esferas sociales que contrastan entre sí, como la familia y
los amigos, la ciudad y el pueblo, los salones burgueses y los aristocráticos.
La
homosexualidad, tema tratado en varios personajes.
Proust
ofrece un gran panorama de la decadencia de la nobleza francesa a fines del
siglo XIX, pero también salva mediante la riqueza imaginativa de su memoria
para la posteridad ese modo de vida.
Por el camino de Swann es
el primer volumen, publicado en 1913, de los siete que componen En busca del
tiempo perdido, la gran obra de Marcel Proust.
El volumen
está compuesto de tres partes (Combray, Un amor de Swann y Nombre de país: el
nombre), contiene ya todos los núcleos temáticos y formales esenciales de la
escritura prustiana, a saber: la recuperación poética de lugares y anécdotas de
la infancia y la juventud del protagonista, Marcel; las reflexiones en torno a
la propia literatura y, también, en torno al arte en general y la enunciación,
a partir de las anécdotas particulares vividas por los distintos personajes y
por el protagonista, de leyes psicológicas o verdades generales sobre la
naturaleza humana (sobre, por ejemplo, el amor, los celos, la pérdida del ser
amado, la subjetividad de la percepción individual, etc.)
La primera
parte de este volumen contiene el célebre episodio de la magdalena mojada en el
té caliente por el protagonista. Este episodio contiene en su totalidad la
teoría proustiana sobre el espacio, el tiempo y la cuyos resortes, según
Proust, sólo se ponen en funcionamiento a través de los sentidos más primarios,
siendo en esta experiencia el individuo un sujeto absolutamente pasivo y siendo
la naturaleza de los recuerdos involuntarios que de ella se derivan
absolutamente auténtica, objetiva y procuradora de felicidad y plenitud, en
tanto en cuanto dichos recuerdos se hallan desprovistos de la subjetividad
engañosa que caracteriza nuestras percepciones cotidianas en sociedad.
Asimismo,
cabe destacar de este volumen el peculiar personaje de Charles Swann, que se
erige en paradigma universal de la experiencia amorosa (indisoluble, aquí, del
sufrimiento, de la mentira y de los celos), gracias a la doble labor de
introspección y generalización psicológica que es ejercida de forma constante
por el peculiar narrador de la novela.