Asistimos a la Opera Turandot.
El pasado día 17 de Marzo tuvimos la dicha de ser invitados por el Teatro Maestranza al ensayo general de la Ópera Turandot lo que nos hizo reunirnos con uno de los mayores acontecimientos operísticos internacionales y de este año en la programación Sevillana.
Todo fue intenso y emotivo. La historia y lo que detrás de ella hubo también es emocionante.
Puccini murió al final de 1924 y la obra no se acabó hasta los primeros meses de 1925 y dejó escrito que moría con la pena de no terminar su obra. ¿Quien la terminó entonces?...pues su alumno predilecto Franco Alfano, del que hace poco disfrutamos de su “Cyrano de Bergerac”.
La historia de Turandot es muy antigua y transmitida por transmisión oral y plasmada en las "Mil y una noche" y desde entonces contada de mil maneras hasta que llegó a Puccini que quiso ponerle música y adaptarla para una ópera despojada de mucho ornamento y cargando en ella mucho dramatismo, y en ese dramatismo está la clave del por qué Puccini puso tanto interés en la historia de la princesa de hielo (él la llamó "viperina").
Resulta que años antes una joven fue acusada de ser amante de Puccini (por la esposa de este, claro), cosa que en aquella época llevaría aparejado el descrédito y ruina del músico y la cárcel para la amante; y antes de hacerle sufrir vergüenza alguna se suicidó. En fin, que esa tragedia la llevó el músico un montón de años y sabiéndose enfermo dijo " ya es hora de inmortalizar a mi amada".
La obra
Obra de una impresionante potencia y modernidad orquestal nada rara en el brillante creador de "Tosca", de "Bohème" o de "Fanciulla" con un canto despojado de ornamentos y cargado con una intensa expresión dramática, "Turandot" supuso también el último gran esfuerzo de un genio, fumador compulsivo, que moría el 24 de noviembre de 1924.
El 25 de abril de 1926, "Turandot", sube a escena en el Teatro alla Scala de Milán con el final previsto por Alfano. Pero, al llegar a la escena de la muerte de Liú, la última que concluyó enteramente Puccini, Toscanini detuvo a la orquesta, se volvió al público y proclamó: "Hasta aquí escribió la mano del maestro...".
ACTO I
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La princesa Turandot expone enigmas |
Explanada ante las murallas que rodean la Ciudad Imperial, en Pekín. Atardece. Un mandarín lee ante el pueblo un decreto donde se ordena que, cuando salga la luna, el príncipe de Persia sea ejecutado y recuerda que, según la ley, quien quiera casarse con la princesa Turandot debe resolver los tres enigmas que ella proponga. El fracaso supone la muerte. En el enardecido tumulto de la masa, una muchacha pide auxilio, ya que el anciano al que acompaña ha sido derribado. Un joven, el príncipe Calaf, los socorre y, con gran sorpresa, reconoce en el anciano a su propio padre, el destronado rey tártaro Timur, a quien creía muerto. Ambos hombres se reencuentran con enorme alegría y Timur explica a su hijo cómo la esclava Liü lo ha cuidado en su penoso exilio. El príncipe, conmovido, pregunta a la muchacha la razón de sus sacrificios y ésta se la revela: un día, en el palacio, él le había sonreído. Mientras, la multitud llama al verdugo y celebra la llegada de la noche. Las aclamaciones que levanta la presencia del verdugo y sus ayudantes se unen a los cánticos del cortejo que acompaña al príncipe de Persia al lugar en que será decapitado. Al ver la juventud y la dignidad de la víctima, el pueblo muda su furor en piedad y solicita el perdón. También Calaf suma su voz a las de todos. Turandot se asoma unos momentos desde una galería elevada del palacio y confirma la sentencia. Calaf, enajenado por la visión de la princesa, pretende golpear el gong que, a los pies de la galería palatina, la llama. Tres ministros del emperador -Ping, Pong y Pang- intentan templar su suicida arrojo. Ni los esfuerzos burlones de los ministros ni las súplicas de Timur y Liü surten efecto. Los fantasmas de los que murieron en el desafío animan a Calaf y éste, enloquecido de deseo y celos, consigue llegar hasta el gong y golpearlo, dispuesto a arriesgar su vida por Turandot.
ACTO II
Cuadro primero
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Calaf Nessun dorma |
Interior de un pabellón, formado por una amplia tienda. Los ministros especulan sobre la suerte que correrá el nuevo pretendiente. Se lame tan con melancolía del ritual de muerte que domina el imperio, ce versan sobre la vida más serena que podrían llevar en sus respectivas mansiones alejadas de la corte y recuerdan con espanto algunos de que perecieron por la crueldad de la princesa, cuya dureza de corazón les hace desear ardientemente el día en que, al conocer el amor, se enternezca. La agitación del palacio los saca de sus cavilaciones y se dirige desanimados, a presenciar una vez más la ceremonia de los enigmas
Cuadro segundo
Explanada del palacio. El pueblo, los dignatarios y los sabios que custodian los rollos donde están escritas las soluciones a los enigmas se congregan en torno al emperador que, desde su trono, ruega al joven que desista de su pretensión. Calaf insiste en afrontar la prueba. Turandot recuerda a todos su decisión de no entregarse a ningún hombre y evoca con terror a una antepasada que fue ultrajada por un invasor y a la que ha decidido vengar. Tras ello, plantea los enigmas a Calaf, que, en un apasionado esfuerzo, consigue resolverlos. El pueblo lo vitorea, pero la princesa, angustiada, pide a su padre - dispuesto a cumplir la ley- que no la entregue al vencedor. Turandot muestra su desprecio al príncipe, quien declara que sólo la quiere rendida por su propia voluntad, por amor, y le propone un trato: si ella consigue descubrir su nombre antes del alba, él aceptará considerar nula la prueba y ser ejecutado. El pueblo prorrumpe en alabanzas al emperador y a la nobleza del que tan generosamente se comporta.
ACTO III
Cuadro primero.
Jardín del palacio. A la derecha, el ala de las estancias de Turandot. Noche. El príncipe oye las voces de los heraldos que difunden la orden de la princesa: nadie debe dormir en Pekín hasta que el nombre del extranjero sea descubierto. También las del pueblo, que teme morir sin remisión. Ping, Pong y Pang encabezan un grupo que viene a ofrecer a Calaf mujeres y riqueza a cambio de que huya, pero el joven se niega. Cuando la violencia de los que lo rodean va a estallar contra él, llegan unos esbirros que han capturado a Timur y Liü, inmediatamente identificados como acompañantes del príncipe. Ante Turandot, Liü dice ser la única que sabe el nombre deseado. Turandot ordena que se la torture y, asombrada por la resistencia de la esclava, le pregunta la procedencia de su fuerza. Liü le revela su amor por el príncipe, grande hasta el punto de inmolarse por su felicidad: arrebata el puñal de un soldado y se quita la vida. La multitud, llena de supersticioso temor, se lleva su cuerpo. Timur lo acompaña, arrebatado por el dolor. La princesa y Calaf se quedan a solas. El príncipe, enfurecido por la frialdad de Turandot, vence su altiva resistencia, la despoja de su velo y la besa. El contacto del joven quiebra la acerada compostura de la princesa, que llora por primera vez y le ruega que no pretenda un triunfo mayor del que ya ha conseguido. El príncipe pone en sus manos su destino y le descubre su nombre. Turandot, llena de nueva confianza, se dirige, junto a Calaf, a la cita con el emperador.
Cuadro segundo
Explanada frente al palacio imperial. Amanece. El emperador, la corte y el pueblo aguardan el desenlace del desafío. Turandot ya conoce el nombre secreto y así lo manifiesta: «¡Su nombre es... Amor!». Los amantes se abrazan apasionadamente y el pueblo aclama su dicha con gritos de celebración.